miércoles, 1 de abril de 2009

Ecología de las relaciones



Por Bernardo Estamateas

Extraído de “Autoboicot, las trampas mentales que me impiden creer en mi”.


Algún día... Algún día podrás hacer gran­des cosas, eso es más que seguro. Pero... ¿estás haciendo algo para ese algún día...? ¿Te estás preparando, o sólo dejas que tus emociones decidan cómo te vas a sentir? Ese algún día... debe ser transformado, ese algún día... tiene que ser hoy…

La inseguridad, la falta de estima hacia uno mismo suele ser un obstáculo para que "mi yo interior" se desarrolle y se eleve a lo grande. Verse y sentirse bien, por dentro y por fuera, hará que a tra­vés de tu "yo social" logres todos tus objetivos. Las pequeñas cosas atraerán a las grandes y la importan­cia y la gratificación de ayudar a los demás harán que tanto el que da como el que recibe se sientan conectados. Y para que ese yo social pueda interrelacionarse con los otros sabia­mente, necesitará actuar con conocimiento de lo que los otros "yo" buscan y necesitan. Un estudio afirma que nuestro Cociente de Éxito se debe un 23% a nuestras capacidades intelectuales, y un 77% a nuestras aptitudes emocionales. La inteligencia emocional es la capacidad de relacio­narme con los que amo y conmigo mismo.






La importancia de que el otro sepa lo importante que es.
El hombre está creado para conectarse, para esta­blecer vínculos y relaciones significativas con los otros. Platón ya calificaba al hombre como un ser político, necesitado de una red civil y social. Ser importante es una de las necesidades humanas más vitales. Sentirse valioso, sentirse importante es aun más significativo que una necesidad fisioló­gica. Yo puedo tener hambre, ingiero un alimento y quedo satisfecho, porque esa necesidad ya fue suplida. Pero ser importante es una necesidad que llevamos todos los seres humanos a lo largo de la vida; todos necesitamos ser apre­ciados, reconocidos. Estadísticamente, una de las razones fundamentales por las cuales una mujer deja a su pareja no es el maltrato, ni la falta de dinero, ni la incomunicación, sino la falta de aprecio por parte de su pareja.
El elogio endereza espinas dorsales. Como personas nos creamos los unos a los otros. Necesitamos decirle al otro lo impor­tante que es para nuestra vida. Muchas veces, carecemos de la empatía necesaria para darnos cuenta de qué es lo que necesita el otro, bloqueamos sus necesidades y nos conver­timos en autistas emocionales.
Tienes que aprender a escuchar y a sentir lo que le pasa a la otra persona ya que eso va a abrir canales al diá­logo y va a generar una sincronización entre tú y ese otro; se van a sentir bien los dos.

Sonreír
Tienes que reírte más y sonreír más. La sonrisa te abre puertas, es un poderoso transmisor de energía, destierra el aburrimiento y despierta la creatividad.
La gente amargada no puede ser creativa. A nadie le gusta estar con alguien pesimista. El cerebro humano prefiere las caras felices. La sonrisa es la forma más rápida de acortar las distancias entre dos cerebros y la forma más fácil de que entren en sincronía, sostiene.
Fruncir el ceño es una expresión negativa con la que decimos: no me gustas, estoy juzgando la manera como te vis­tes, como te mueves y como hablas.
En las empresas, cuando entrenan a los empleados de atención al cliente les enseñan a sonreír, porque la sonrisa predispone al otro a sonreír contigo y dismi­nuye así el grado de nerviosismo, ansiedad y queja.
Cuando alguien nos sonríe, lo que está haciendo es transmitirnos un mensaje de aceptación, lo que al mismo tiempo hace que nos sin­tamos más seguros de nosotros mis­mos. ¡Practica sonreír más seguido!
Son necesarios cuarenta músculos para arrugar una frente, pero sólo quince para sonreír. Existe un fenómeno llamado "la neurona espejo" que nos hace imitar la conducta, las reacciones o la posición corporal del otro. El sonreír indica que no soy un peligro para ti, con mi sonrisa te estoy mostrando que estoy contento de verte. Los encuentros con sonrisas duran más, tienen mus ritmo y siempre aportan resultados positivos.
Debemos mostrar una sonrisa aunque muchas veces no tengamos ganas. Si le das una orden a tu cara, tus sentimientos también responderán, porque tu cuerpo y mente se relacionan íntimamente. Si le ordeno a mi cara que se sonría aunque no tenga ganas, un poquito más adelante resurgirá la emoción de la alegría de manera genuina.

Mirar a los ojos
He visto a muchos amigos que mientras alguien les habla, miran para otro lado. En estos casos, la persona que habla seguramente no se sentirá atendida, ni reconocida, ni importante. Tus ojos deben estar pues­tos en el otro y debes escuchar qué tiene para decirte. Mirar a los ojos del otro demuestra que estamos siendo buenos oyentes y eso hace que podamos entender mejor y unirnos más con la persona a la que escuchamos. La escucha completa maximiza la sincro­nía fisiológica, de modo que las emo­ciones se alinean. Prestarle más atención a alguien intencionalmente puede ser la mejor manera de propi­ciar el surgimiento de la afinidad.

Aprender a usar el nombre de las personas
A veces no es fácil aprender todos los nombres, pero debes repe­tirlo varias veces, y si es necesario, relacionarlo con algo para retenerlo. Al mencionar su nombre, la persona tomará mucho más en cuenta lo que le estás diciendo y no lo olvidará, porque el mensaje estará dirigido hacia ella. Al anteponer el nombre de la persona cuando le dices algo, esta se sentirá cuidada, querida, y captará aquello que le quieres decir.

Utilizar empatía
La empatía es la capacidad de sentir en un contexto común lo que un individuo diferente puede percibir. Nos permite reconocer y entender las emociones de los demás y sus motivaciones.
Hoy en día hemos perdido la capacidad de sentir con el otro, de comprender, podemos encontrarnos con per­sonas psicópatas. El psicópata es una persona normal, que trabaja o estudia pero que no siente culpa ni angus­tia; puede insultar, manipular, descalificar y no experi­mentar el más mínimo sentimiento, porque ha perdido la capacidad de conectarse con sus emociones y mucho menos puede "sentir con el otro". También tu empatía va a ayudarte a reconocer a los psicópatas y a otras perso­nas que vengan a llenar de toxicidad tu vida.
Recuerda que aunque te encuentres con personas que posean opiniones diferentes a las tuyas, les tienes que mostrar respeto, escucharlos, prestarles atención y eso mismo te será devuelto. Cuando ellos vean tu inte­rés por sus opiniones, contarás con el tiempo necesario para expresar las tuyas.
Por ejemplo, cuando te encuentres almorzando con tus compañeros de trabajo o en una charla con tus ami­gos de la facultad, recuerda que no eres un conferen­cista que habla a un público que sólo escucha. En gene­ral, cuesta mucho decirle algo a una persona que habla sin parar. Pero hay miles de estos casos, por eso, piensa si no eres uno de ellos.
Cuando compartas tus experiencias recuerda que son sólo eso, tus experiencias. Por eso a veces, para desarro­llar amistades sanas tienes que aplicar la inteligencia y dejar de hablar de ti mismo para escuchar al otro. Todos necesitamos contar nuestras propias experiencias. Primero, trata de entender al otro, después trata de hacer que te entiendan a ti.

Ayudar a los otros a cumplir sus sueños
Cuando ayudes a otros a cumplir sus sueños, tendrás una doble recom­pensa: la enorme satisfacción de haber ayudado a otros y la de haber ganado un amigo.
Este punto también puede enriquecer y potenciar grandemente la vida de una pareja. Un ejemplo nega­tivo pero muy frecuente es el caso del hombre que le dice a la mujer: ¡ayúdame, ahora deja de estudiar para cuidar a los chicos, así yo puedo estudiar!, ¡y ahora ayú­dame porque tengo que salir a trabajar!, y exige que sea la mujer la que siempre apoye, y ¡los sueños de ella no participan! Las parejas inteligentes se ayudan mutuamente, no compiten. Saben cuál es el sueño del otro y se habilitan, hacen algo para que su compañero lo alcance.

Ser generoso
Generoso no sólo es una palabra de con­notación económica sino que debemos ser generosos en compartir expresiones. Buenos días o ¡BUENOS DÍAS! es la misma frase pero se interpretará como un simple saludo obligatorio mientras que la otra se entenderá como una verdadera expresión de deseo hacia el otro.
Hay estudios hechos para medir el trabajo emocional de un grupo de enfermeras que dieron como resultado la afirmación de que cuando alguien hace que otra per­sona se sienta bien, mejor se siente ella misma. Mientras más senti­mientos positivos generes en una persona, mejor te vas a sentir. Sé generoso en lo que digas, en tu expresión, en tu energía con la gente y esto puede levantarte el ánimo. Que tu próximo saludo sea: ¡que tengas un excelente día!

Dar
Un ejercicio que puedes hacer es pensar qué es lo que está necesitando la persona que está frente a ti, qué tienes para darle. Dar es poderoso, pero más fuerte es dar lo que el otro está necesitando. Por ejemplo, un padre podría plantearse: ¿qué necesitan mis hijos? Yo creo que les doy "todo". Pero, ¿es realmente lo que ellos necesitan?
Pon en práctica la ley de la siem­bra y la cosecha. Todos tenemos semillas que están esperando ser sembradas, no te prives de la posibi­lidad de dar. Siempre serás recom­pensado, y si sabes dar tus graneros serán abundantemente llenados.


Cuidarse, cuidando el aspecto físico
Si no te cuidas estarás enviando este mensaje: si yo no me cuido no te puedo cuidar, y la gente busca ser cuidada. Realmente cuesta muy poco mantener el aseo personal y presentar­nos con la ropa planchada y el cabello peinado. Cuida tu aspecto. Tu vestimenta, tu cabello, tus dientes, tu peso, etc., es lo que la gente ve y conoce de ti. Recuerda que tu apariencia habla de ti. Dentro de los primeros cuatro minutos de un encuentro, una persona se forma el concepto de otra. En ese breve tiempo que tienes para presentarte, sabrán si están frente a alguien con o sin estima.

No ser siempre el protagonista de los encuentros
Cuando un amigo nuevo llega al grupo, deja de ser siempre el protagonista, e intégralo como te hubiese gustado que lo hagan contigo. Si quieres desarrollar y cuidar tus amistades, deja que ellos hablen de sí mismos, pregúntales acerca de sus sentimientos, de su familia, de sus amigos, de sus posibilidades, de sus sueños, cómo anda su vida.
Cualquiera diría que esto debe surgir natural­mente, pero no siempre es así y por eso necesitamos practicarlo.

Conexiones de oro
Llamamos conexiones de oro a lo que comúnmente se designa como contactos. Tu agenda no tiene que estar llena de números telefó­nicos sino de contactos, conexiones de oro que son relaciones en las que sembraste en algún momento, personas en cuyo banco emocional tú has hecho un depósito.
Cada persona que conoces tiene que llevarse una buena impresión de ti, porque de ese contacto puede venir una solución, una respuesta, una salida. Una conexión de oro es una persona que te aparece de la nada y tiene llaves para abrirte puertas laborales, perso­nales, familiares. No es tu mentor, por­que no te forma, simplemente es alguien que viene con una llave de oro y te abre la puerta que tú no podías abrir. Tienes que aprender a tratar bien a la gente, porque el que hoy está a tu lado, mañana puede ser una conexión de oro.

La llave de la convocatoria.
El poder de convocatoria no nace de la noche a la mañana, no es una receta mágica ni instantánea, sino que es la sumatoria de hábitos de inteligencia interpersonal. Utilizando la suma de estos principios, vas a convocar, vas a atraer. Las personas van a querer comprar el producto que estás construyendo, porque verán en ti una persona de éxito. Confianza, seguridad, convicción, integridad y actitud son condiciones necesarias para poder aumentar nuestro poder de convocatoria y liderazgo. Recuerda que un liderazgo socialmente inteligente comienza con estar abso­lutamente presente y en sintonía con el otro.

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