sábado, 25 de abril de 2009

Diez Herramientas para hacer brillar la Educación


Herramienta 5

Ser contador de historias


Objetivos de esta técnica:

Desarrollar creatividad, educar la emoción,
estimular la sabiduría, expandir la capacidad de solución en situaciones de tensión,
enriquecer la socialización.


Educar es contar historias. Contar historias es trans­formar la vida en el juego más serio de la sociedad. La vida tiene pérdidas y problemas, pero debe ser vivida con optimismo, esperanza y alegría. Padres y maestros deben bailar el vals de la vida como contadores de his­torias. El mundo es serio y demasiado frío. Las noticias diarias refieren crímenes, desgracias, muertes, infortu­nios. Toda esta avalancha de noticias malas queda ar­chivada en el registro de la memoria, generando cade­nas de pensamientos que hacen la vida triste, ansiosa y sin entusiasmo.

Tenemos que vivir con más suavidad. Aprender a reír de nuestras tonterías, comportamientos absurdos, manías, miedos. Necesitamos contar más historias. Los padres necesitan enseñar a sus hijos, creando historias. Los maestros necesitan contar historias para enseñar las materias con el condimento de la alegría y, a veces, de las lágrimas.

Para contar historias es necesario ejercitar una voz fluctuante, teatralizada, que cambie de tono durante la exposición. Es necesario producir gestos y reaccio­nes capaces de expresar lo que las informaciones lógi­cas no logran. Muchos padres y maestros están dota­dos de gran cultura académica, pero son acartonados, rígidos, formales. Ni ellos se soportan. ¿Hay personas incapaces de contar historias? No lo creo. Dentro de cada ser humano, incluso de los más formales, hay un payaso que quiere respirar, jugar y relajarse. Déjelo vivir. Sorprenda a los jóvenes. Nues­tros hijos necesitan una educación seria, pero también agradable. Despliegue una sonrisa, abrace a los jóve­nes, cuénteles historias.

Gritando dentro del corazón, contando historias suaves
Las "historias" pueden rescatar la "Historia". La fic­ción puede rescatar la realidad. ¿Cómo? Un maestro de historia nunca debería hablar de la esclavitud de los negros sin describir el período histórico. Las informa­ciones secas sobre la esclavitud no educan, no sensi­bilizan, no nos conscientizan ni provocan rechazo por los crímenes que nuestra especie cometió.

Al hablar de las personas de raza negra, el maestro de historia debería crear historias para hacer que los alumnos entiendan la desesperación, los pensamien­tos, la angustia de estos seres humanos al ser esclavi­zados por miembros de su propia especie. Nada me­jor que contar una historia real o crear una "historia" para llevar a los alumnos a vivenciar el drama de la es­clavitud.

Sin esta inmersión interior, la esclavitud no genera un sólido impacto emocional. No provoca una rebe­lión decisiva contra la discriminación. La muerte de millones de judíos, gitanos y otras minorías no gene­ra conmoción, no crea vacunas intelectuales. Otros "Hitlers" surgirán. Hablar del conocimiento sin humani­zarlo, sin rescatar la emoción de la historia, perpetúa nues­tras miserias y no las cura.

Contar historias también es psicoterapéutico. ¿Sa­be cuál es la mejor manera de resolver conflictos en el aula? No con agresiones, gritos estridentes o sermones. Estos métodos se usan desde la edad de piedra y no funcionan. Hay que contar historias. Contar historias captura el pensamiento, estimula el análisis.

La próxima vez que un alumno o un hijo lo agrede, hágalo pensar. Grite dentro de él con gentileza, gri­te con suavidad, cuéntele una historia. Los jóvenes po­drán olvidar sus críticas y reglas, pero no se olvidarán de sus historias.

Por Augusto Cury
Extraído del libro: “Padres brillantes, maestros fascinantes”. Editorial Zenith

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