sábado, 25 de abril de 2009

Diez Herramientas para hacer brillar la Educación

Herramienta 7


Humanizar al Maestro. Contar su propia historia.

Objetivos de esta técnica:
Desarrollar la socialización, estimular la afectividad,
construir un puente productivo en las relaciones sociales, estimular la sabiduría,
superar conflictos, valorizar el "ser".


Maestros y alumnos comparten el espacio de una sala, pero no se conocen. Pasan años muy próximos, pero son extraños unos para los otros. ¿Qué tipo de educación es ésta que desprecia la emoción y niega la historia existencial?

Las escuelas de pedagogía fa­llan por no estimular a sus maestros a humanizarse en el aula. Es fundamental humanizar el conocimiento, y primordial humanizar a los maestros.

Las computadoras pueden informar a los alumnos, pero sólo los maestros son capaces de formarlos. Sola­mente ellos pueden estimular la creatividad, la supe­ración de los conflictos, el encanto por la existencia, la educación para la paz, para el consumo, y para el ejer­cicio de los derechos humanos.

Queridos maestros, cada uno de ustedes tiene una fascinante historia que contiene lágrimas y alegrías, sueños y frustraciones. Cuenten esa historia en peque­ñas dosis a sus alumnos durante el año. No se escon­dan detrás de la tiza o de su materia. Si no, los temas transversales —responsables de la educación para la vida, como la educación para la paz, el consumo, el tránsito, la salud— serán una utopía, estarán en la ley, pero no en el corazón.

La educación moderna está en crisis, porque no es hu­manizada, separa al pensador del conocimiento, al maestro de la materia, al alumno de la escuela, en fin, separa al su­jeto del objeto. Ha generado jóvenes lógicos, que saben lidiar con números y máquinas, pero no con dificulta­des, conflictos, contradicciones y desafíos. Por eso, es raro que produzca ejecutivos y profesionales excelentes, personas que salgan de lo común y se destaquen.

Las bajas calificaciones tienen un gran valor en la escuela de la vida
Encuentren algunas ventanas dentro del aula para hablar por algunos minutos sobre los problemas, me­tas, fracasos y éxitos que tuvieron en la vida. ¿El resul­tado? Ustedes educarán la emoción. Sus alumnos los amarán, ustedes serán maestros inolvidables. Ellos los identificarán con la materia que ustedes enseñan, ten­drán aprecio por sus clases.

Oigan también a sus alumnos. Entren en su mundo. Descubran quiénes son. Un maestro influye más en la per­sonalidad de los alumnos por lo que es, que por lo que sabe.

Queridos padres, ustedes también tienen una bri­llante historia. Hablen de ustedes mismos, dejen que sus hijos descubran su mundo. La mejor manera de preparar­los para la vida no es imponer reglas, hacer críticas, enojarse, castigar, sino hablar de sus sueños, logros, inseguridades, fallas. Los educadores fascinantes no son infalibles. Por el contrario, reconocen errores, cambian de opinión si están convencidos, y no les hacen "tragar" sus verda­des a sus hijos y alumnos. Estos comportamientos lú­cidos son registrados de modo excelente por el fenó­meno RAM (registro automático de la memoria), y producen un jardín en el mundo consciente e incons­ciente de los jóvenes.

Vean este ejemplo. Jesucristo no controlaba a na­die, tan sólo exponía sus ideas e invitaba a la personas a reflexionar, diciendo: "quien tenga sed...", "quien quiera seguirme..." Provocaba el arte de pensar. Los grandes pacificadores, como Platón, Buda, Mahoma, Gandhi, querían formar hombres libres.

En la escuela de la vida, las bajas calificaciones nos ayu­dan más que las altas calificaciones
. Fallar puede generar, en ciertas situaciones, una experiencia más rica que acer­tar. Necesitamos hablar de nuestras victorias, pero tam­bién de nuestras frustraciones. Hay muchos jóvenes de­primidos y fóbicos implorando con sus gestos y actitudes que un maestro les cuente una historia que los ayude.

Cierta vez, una coordinadora pedagógica de una gran escuela, que asistía a una de mis conferencias, motivada por la exposición, se puso de pie ante la pla­tea y contó una historia conmovedora. Dijo que hacía algunos meses una de sus alumnas la había buscado para conversar sobre un problema. La alumna estaba visiblemente abatida, pero la coor­dinadora dijo que no tenía tiempo en aquel momento y postergó la conversación para otro día. Lamentablemen­te no hubo oportunidad, pues la joven se quitó la vida antes. Nunca algunos minutos fueron tan importantes.

¡Cuántos conflictos se evitarían con una educación humanizada! Estoy convencido de que los maestros que empiecen a entrar en el mundo de sus alumnos agresivos, ansiosos o reprimidos evi­tarán no sólo muchos suicidios, sino también masa­cres en las que los jóvenes toman armas y salen dispa­rando sobre compañeros y maestros.

Antes de cometer estos crímenes, los jóvenes cla­maron de diversas maneras pidiendo ayuda, pero na­die los oyó. Clamaron, pero nadie entendió su mensa­je. Muchas personas ya me dijeron que el diálogo que mantuve con ellas evitó que renunciaran a la vida. Cuando nosotros las escuchamos, ellas también se es­cuchan y encuentran sus caminos. Pero son muchos los que tienen miedo de escuchar.

No crean que la prevención de conflictos es atribu­ción exclusiva de psiquiatras y psicólogos. Sobre todo porque es una minoría la que busca ayuda psicológi­ca. Los maestros pueden hacer mucho más de lo que imaginan.

Conquistando ventajas competitivas
Por favor, permítame insistir en este punto, pues nunca estará de más enfatizarlo. La educación está mal planteada en todo el mundo. Las escuelas nacieron sin una comprensión profunda de los papeles de la memoria y del proceso de construcción de los pensamien­tos. Aunque carecemos de datos estadísticos, creo, co­mo dije, que al menos el 90% de las informaciones que aprendemos en el aula nunca serán recordadas.

Abarrotamos la memoria y no sabemos qué hacer con tantas informaciones. La memoria es especialista en sustentar el florecimiento de nuevos pensamientos, la creatividad de la inteligencia. Demos menos infor­maciones y crucemos más nuestras historias.

Hay muchas escuelas que sólo se preocupan por preparar a los alumnos para entrar en las mejores universidades. Se equivocan al focalizarse sólo en ese objetivo. Incluso si entran en las mejores escuelas, cuan­do salgan, estos alumnos podrán tener enormes difi­cultades para solucionar sus desafíos profesionales y personales.

El sistema educacional está enfermo. Vaya más allá del contenido programático. Les pido a los maestros: en­cuentren espacios para humanizar el conocimiento, huma­nizar su historia y estimular el arte del discernimiento. Sus alum­nos no sólo darán un salto intelectual sino que tendrán ventajas competitivas. ¿Cuáles? Serán emprendedores, sabrán elegir, correrán ries­gos para concretar sus metas, soportarán los inviernos de la vida con dignidad. Serán más saludables emocionalmente. Tendrán menos posibilidades de desarrollar conflictos y de necesitar un tratamiento psicológico.
Por Augusto Cury
Extraído del libro: “Padres brillantes, maestros fascinantes”. Editorial Zenith

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