sábado, 25 de abril de 2009

Diez Herramientas para hacer brillar la Educación

Herramienta 10
Participar de proyectos sociales

Objetivos de esta técnica:
Desarrollar la responsabilidad social, promover la ciudadanía, cultivar la solidaridad,
expandir la capacidad de trabajar en equipo, trabajar los temas transversales:
la educación para la salud, la paz y los derechos humanos.


Llevar a los jóvenes a comprometerse con proyec­tos sociales es la décima técnica pedagógica que pro­pongo. El compromiso social debe ser la gran meta de la educación. Sin él, crecerán el individualismo, el egoísmo y el control de unos sobre los otros.

Participar de campañas de prevención contra el sida, consumo de drogas, violencia, o lucha contra el hambre puede contribuir a que los jóvenes sean saludables psí­quica y socialmente. Como vimos, ellos aman el veneno del consumismo y del placer inmediato. Muchos sólo se interesan cuando se trata de algo que les compete direc­tamente. Pero, reitero, no tienen la culpa. Hay millones de imágenes grabadas en su memoria consciente e in­consciente que los controlan sin que se den cuenta.

En realidad todos somos víctimas del sistema que creamos. Estamos perdiendo cada vez más nuestra identidad, volviéndonos una cuenta bancaria, un nú­mero de tarjeta de crédito, un consumidor potencial. Mi crítica tiene fundamento. El sistema social se infil­tra en la caja de secretos de la personalidad, y escasea la producción de pensamientos sencillos, tranquilos, serenos.

En un estudio que realicé con casi mil educadores sobre su opinión respecto de la calidad de vida de los jóvenes, los resultados fueron espantosos. Consideran que el 94% de los jóvenes son agresivos y el 6% tran­quilos; que el 95% están alienados y que el 4% se preo­cupa por su futuro. ¿Hacia dónde se dirige la educación?

Jóvenes que se destaquen
Los jóvenes que son determinados, creativos y em­prendedores sobrevivirán en el sistema competitivo. Los que no tienen metas ni osadía para materializar sus proyectos podrán vivir a la sombra de sus padres y en­grosar la masa de desempleados. Los jóvenes descali­ficados intelectualmente perjudican el futuro de una nación. ¿Por qué la riqueza de las naciones sube y ba­ja? ¿Por qué las riquezas familiares no duran hasta la tercera generación? A causa del material humano.

Necesitamos calificar a nuestros hijos y alumnos. Ellos deben sentirse importantes en la escuela, necesi­tan ser entrenados para ser líderes. Necesitan aprender a hacer elec­ciones. Así aprenderán una dura lección: toda elección implica pérdidas y no sólo ganancias.

El síndrome SPA deja a nuestros hijos agitados. Ellos detestan la rutina, y por eso se quejan de que "no tienen nada que hacer". Tienen mucho que hacer, pe­ro la rutina exaspera su ansiedad. Si los incorporamos a proyectos sociales, sus vidas darán un giro. Su emo­ción se estructurará, el pensamiento se aquietará, y de paso aprenderán la importancia de servir.

¿Cómo podrán subir al podio si desprecian el en­trenamiento? ¿Cómo brillarán en la sociedad si no tie­nen conexión con ella? Considerar a nuestros hijos y alumnos sólo como receptores de informaciones y consumidores de bienes materiales es una afrenta a su inteligencia.

Debemos formar jóvenes que se destaquen en el mundo, que propongan cambios, que rescaten su sen­tido existencial y el sentido de las cosas. Una de las causas que lleva a millones de jóvenes a con­sumir drogas, a deprimirse, a alienarse y hasta a pensar en suicidarse es que ellos no le ven sentido a la vida, ni tienen un compromiso social. El tedio los consume. Por eso, con una actitud in­sana, recurren al consumo de drogas, como un inten­to para aliviar su ansiedad y angustia, y no sólo para saciar su curiosidad. Muchos jóvenes toman drogas co­mo antidepresivos y tranquilizantes. Lamentablemen­te, esta actitud los lleva a vivir en la más dramática pri­sión: la cárcel de la emoción.

La educación no necesita de una reforma, sino de una revolución. La educación del futuro necesita formar pen­sadores, emprendedores, soñadores, líderes no sólo del mundo en que estamos, sino del mundo que somos.


Aplicación de las técnicas del proyecto escuela de la vida
No podemos olvidarnos de que los maestros de to­do el mundo están enfermando colectivamente. Los maestros son cocineros del conocimiento, pero prepa­ran el alimento para un público sin apetito. Cualquier madre se pone un poco paranoica cuando sus hijos no se alimentan. ¿Cómo exigir salud de los maestros si sus alumnos tienen anorexia de valores, anorexia espiritual? Es por su salud y la de sus alumnos que la educación debe ser recons­truida.

Las escuelas que ya aplican las diez técnicas peda­gógicas del proyecto escuela de la vida están viendo al­go maravilloso. El estrés de los maestros y los gritos implorando silencio disminuyeron. Los niveles de an­siedad, las conversaciones paralelas y los roces entre los alumnos se atenuaron. Crecieron la concentración, el placer de aprender y la participación.

¿Cuál es la escuela de sus sueños? Para mí, es la es­cuela que educa a los jóvenes para extraer fuerza de la fragilidad, seguridad de la tierra del miedo, esperanza de la desolación, sonrisas de las lágrimas y sabiduría de los fracasos. La escuela de mis sueños une la seriedad de un eje­cutivo a la alegría de un payaso, la fuerza de la lógica a la sencillez del amor. En la escuela de mis sueños cada ni­ño es una joya única en el teatro de la existencia, más im­portante que todo el dinero del mundo. En ella, los maes­tros y los alumnos escriben una bellísima historia, son jardineros que hacen del aula un cantero de pensadores.

¿Cuál es la familia de sus sueños? La familia de mis sueños no es perfecta. No tiene padres infalibles, ni hijos que no causan frustraciones. Es ésa en que pa­dres e hijos tienen el valor de decirse: "Te amo", "Me sobrepasé", "Discúlpenme","Ustedes son importantes para mí".

En la familia de mis sueños no hay héroes ni gigan­tes, sino amigos. Amigos que sueñan, aman y lloran juntos. En ella, los padres se ríen cuando pierden la paciencia y los hijos se burlan de su propia tozudez. La familia de mis sueños es una fiesta. Un lugar sim­ple, pero donde hay gente feliz.

Por Augusto Cury
Extraído del libro: “Padres brillantes, maestros fascinantes”. Editorial Zenith

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