viernes, 13 de marzo de 2009

Padres Distraídos, Hijos Enfermos


Por Sergio Sinay


¿Saben nuestros hijos cuántas cosas no necesitan? ¿Les enseñamos, sus padres, cuál es la diferencia entre necesitar y desear? ¿Lo sabemos los mismos padres?

Las verdaderas necesidades humanas son pocas y esenciales: alimento, aire, agua abrigo, techo, vínculos, reconocimiento, amor y, como culminación, realización, trascendencia. Estas necesidades no cambian con los tiempos, son definitorias de nuestra condición.
Las necesidades son propias de su condición humana, los deseos les son inoculados. Cuando tienen hambre creen que necesitan tragar una determinada marca de salchichas.-cuando tienen sed sienten que mueren por una gaseosa bien publicitada, cuando necesitan vincularse, están convencidos que eso es imposible sin determinado teléfono celular o una computadora determinada.-Cuando las necesidades que involucran a la espiritualidad y la trascendencia están desatendidas, en ese agujero negro germinan los deseos, creyendo ilusoriamente que son necesidades.

COMUNICACIÓN CERO
Mientras los padres se escudan en la excusa de la "seguridad" y de la "accesibilidad" para comprar celulares a sus hijos, la realidad es que la compra de los adminículos parece una forma más del miedo parental a la reacción de los hijos ante la imposición de una negativa, o un límite. Un teléfono celular no es una necesidad básica en un niño ni en un adolescente. En todo caso, muchas veces es una "necesidad" de los padres: la de sentirse ídolos de sus hijos, la de congraciarse, la de evitar un conflicto, la de decirse a sí mismos que son "buenos padres" que no le hacen faltar nada a sus hijos, la de saldar culpas (por ausencias reiteradas, por supuestos errores en la crianza, etc.), la de no ser diferentes de otros padres y evitar así el (pre) juicio social.
El verdadero instrumento de "seguridad" con que cuentan los padres, es reforzar la comunicación cotidiana, confiar en que, a partir de esa comunicación y acuerdos claros, los chicos ejercitarán la responsabilidad de mantenerse comunicados y mostrar más presencia parental en aquellos espacios que se han convertido (gracias al pánico de los padres) en coto privado de los adolescentes y púberes.
Presencia parental significa también la disposición de normas para la convivencia en el hogar y la imposición de penalidades cuando éstas no se cumplen.
Ser capaz de demorar sus apetencias y deseos protegiéndolos de pequeños peligros cotidianos. A cada nuevo nivel de libertad le ha de corresponder una obligación más: Por ejemplo "Ahora que puedes regresar a casa más tarde también tendrás que llevar a tu hermano menor al entrenamiento de fútbol".
La psicóloga y directora del centro de asistencia familiar Orientar Marcela Labrit Speroni afirma que "en un colegio no debe existir el celular porque hay fuentes viables, como la maestra, para comunicar al alumno con sus padres. Lo que hace el padre que le compra un celular al hijo para ir a clases es puentear a las autoridades responsables dentro de la escuela".
En otras palabras, los padres desautorizan una vez más a la escuela, descienden al nivel de sus hijos y la escuela debe lidiar con dos transgresores infantiles en lugar de contar con la colaboración de un adulto.

PEQUEÑOS ROBOTS MULTIFUNCIÓN
En el afán de mantener ellos mismos una adolescencia perenne (deportes, reuniones, actividades sociales y profesionales sin límites, al menos sin el límite que significa ocuparse verdadera mente de los hijos), muchos padres llenan de actividades los días de sus chicos. Sin darse cuenta que "los chicos necesitan tener infancia, inventar correr riesgos, frustrarse, divertirse, admirar las cosas simples de la vida. Que las cosas más importantes de la inteligencia dependen de las aventuras que se viven cuando uno es chico. Hemos creado un invernadero para nuestros hijos, que se han convertido en la generación más insatisfecha, ansiosa y desmotivada que haya pisado el planeta tierra" (conceptos del psiquiatra brasileño Augusto Cury autor de "Nunca renuncies a tus sueños").
Frente a esto se escuchan excusas paternas del tipo "hay que prepararlos para el mundo que se viene" El famoso "mundo que se viene", habitado y gerenciado por los hijos huérfanos de hoy, será, con este modelo parental, un mundo de seres discapacitados para el vínculo afectivo, sin tiempo para la introspección, analfabetos emocionales, materialistas voraces, seres ansiosos, apurados por llegar a ninguna parte, nonatos espirituales incapaces de jugar, ajenos a la alegría, extranjeros del amor.
Y, además, llegarán a esa condición total y absolutamente dopados. Porque la dispersión, la ansiedad, la incapacidad de hacer contacto que los chicos manifiestan como producto de un tipo de educación y de vínculo propuesto por los adultos, lejos de ser registradas como dolencias culturales, han sido prontamente etiquetadas bajo un nombre atemorizador y terminante que aterroriza aún más a padres que ya viven su parentalidad con pánico y los dejan a ellos y a sus hijos en manos de los oportunistas de siempre. La etiqueta fatal es Síndrome de Déficit de Atención (ADD, por su sigla en inglés, ya que fue inventado por laboratorios farmacéuticos estadounidenses con la connivencia de psiquiatras de ese país).

POR LA BOCA ENFERMAN
Siete de cada diez alumnos de escuelas primarias y secundarias de Buenos Aires basan su alimentación en hamburguesas, panchos, chicles y helados, se advierte que, en las cadenas de comida rápida, que se multiplican con la velocidad de las pestes, la calidad nutricional es cada vez más baja y la densidad energética más alta, y que las porciones de esa chatarra aumentan a la misma velocidad que el sedentarismo de los chicos.- Muchas madres (y menos padres, por una simple cuestión de presencia) suelen tratar de disimular ese agujero negro en la alimentación (y la consecuente culpa que algunas sienten) comprándole al querubín, camino del colegio, "un chocolatito" o alguna galletita (de esas que, según el fabricante perspicaz, está "fortificada" con incomprobables vitaminas), o un "juguito" en el que la esencia y el azúcar se disfrazan de frutas. El hábito de la alimentación se aprende y forma parte de la educación para la vida. Se come como se vive.
Somos lo que comemos, se suele decir con perfecta síntesis. Los hijos huérfanos de esta sociedad comen chatarra, no reciben ni orientación alimentaria ni límites, no son guiados. Sus padres, al contrario, comen, cada vez más, como ellos. Mucho y mal, sin respeto por los alimentos, ni por sus organismos, sin honrar a ninguno de los dos. "Te doy plata y cómprate comida", es una frase paradigmática. Otra traducción del "No tengo tiempo, no me molestes, arréglatelas". Con vacío de presencia nutricia, los hijos huérfanos salen a llenar el hueco con aquello que los oportunistas de siempre les ofrecen desde las pantallas de los televisores y a la vuelta de la esquina (los mac algo están siempre a mano).

EL HAMBRE SIN FIN
La bulimia y la anorexia, que eran exclusividad de las chicas y ahora también se manifiestan en chicos, son otra cara de la misma desidia, negligencia y ausencia, como lo demuestra de manera contundente e inapelable la médica y psicóloga estadounidense Margo Maine (directora de Eating Disorders: Journal ofTreatment and Disordef). Maine sostiene y fundamenta la tesis de que la ausencia del padre (o su presencia débil y desdibujada) hace que las hijas, necesitadas de las funciones que éste debería brindarles, no se sientan ni validadas ni valoradas y empiecen a dudar de sí mismas, a no gustarse, a tratar de modificarse, a partir de lo físico, de un modo obsesivo y, en última instancia, a tratar de llamar la atención a través de fenómenos corporales.
Agreguémosle a esto una pregunta acerca del papel que juegan en esta obsesión por el aspecto físico la presencia de madres dedicadas a su propia lucha contra el tiempo, el espejo y la balanza, madres que corren de la dieta al bisturí o al botox o a la liposucción como quien, de veras, corre por su vida. Madres cuyo campo visual no abarca más que esto y que derivan en competidoras antes que en guías de sus propias hijas.

LA CONFABULACIÓN SILENCIOSA
Hay dos modelos prevalecientes hoy entre los padres que eluden un compromiso más intenso (emocional, activo y presente) en la crianza de los hijos. Cuando la ausencia de límites, acompañamiento, intercambio intelectual y emocional, sumada al temor a ejercer las funciones parentales de un modo simple y claro, produce en los chicos desórdenes de conducta, de salud, de actividad y de atención, una coartada "espiritual" consiste en llamarlos
Niños índigo (supuestos emisarios de un futuro pluscuamperfecto llegados a esta era para aleccionar a todos los seres, incluidos sus padres). A su vez la justificación "científica" consiste en considerarlos víctimas del DDA. Una de las excusas los convierte entonces en intocables seres de un mundo celestial con licencia para cualquier cosa que sus impulsos les dicten; la otra los transforma de un plumazo en enfermos. Triste destino el de los niños de la sociedad de los hijos huérfanos.
Pocas cosas pueden ser tan riesgosas para un chico (en términos de calidad de vida emocional, autoestima, desarrollo de la confianza en sus propios recursos y percepciones) que la cruza de padres titubeantes en el ejercicio de sus funciones, es decir padres tan niños como él en términos de maduración, con psiquiatras y profesionales veloces para desenfundar diagnósticos. "Nos encontramos con niños que son rotulados y medicados por presentar dificultades en la escuela o en el ámbito familiar de un modo inmediato, sin que nadie los haya escuchado; sin referencias a su contexto y a su historia, sin que se haya realizado ningún intento de comprender sus conflictos ni de ayudarlo de otros modos. Estamos en un momento crítico, porque los laboratorios avanzan en su intento de que todo sea medicado. Lo que está pasando con este tema es atroz. Se medica a chicos chiquitos como si se les diera agua, con una medicación que trae problemas de crecimiento, trastornos cardíacos, aparición de síntomas psicóticos", advierte la psicóloga Beatriz Janin, profesora de postgrado de la UBA (Universidad de Buenos Aires) y directora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de la UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales). Habría que preguntarse si el famoso Síndrome de Déficit de Atención con que son caratulados impunemente tantos chicos no es, en definitiva, el síntoma del pavoroso déficit de atención de los padres hacia sus hijos. En este caso sí, la palabra déficit sería adecuada.

PERDIDOS EN LA NOCHE
Los hábitos son, también, índices de salud. A vigilias armoniosas corresponden sueños armoniosos, a vigilas desordenadas, sueños desordenados. La consecuencia inmediata es el bajo rendimiento diurno, que se traduce en problemas de conducta y aprendizaje.
Matinés bailables para menores que empiezan impunemente a horas en que deberían terminar, horarios televisivos de protección al menor que son violados afrentosamente por las televisoras e irresponsablemente por los padres, cyber cafés, locales de video juego y locutorios en donde chicos imberbes perduran hasta más allá de la medianoche, chicos y chicas que chatean en sus computadoras (o visitan páginas porno, o son acechados por pedófilos de toda laya, u hostigan a otros o son hostigados) mientras sus padres fingen ignorarlo aterrorizados por el miedo a decir que no, a poner límites y horarios. Otros padres, finalmente más sinceros, confiesan su impotencia para asumir sus funciones.
"Nuestra principal tarea como padres es nuestra propia construcción como seres humanos", dicen bellamente Jaume Soler y Mercé Conangla (creadores de una poderosa herramienta de desarrollo humano conocida como Ecología Emocional) En la medida en que, como adultos y como padres, aprendamos a reconocer nuestras propias necesidades, a no confundirlas con deseos, a construir sentido en donde hay vacío existencial, no sólo dejaremos de producir hijos huérfanos, sino también chicos enfermos.

1 comentario:

  1. En el año 1996 lleve a mi hija a una consulta en un centro de psicologia porque tenia sospechas de que habia sido abusada, dichas sospechas estaban fundadas en deteminados indicadores y se confirmaron cuando a traves de un juego lo pude confirmar de la boca de mi hija. Cuando llegue al centro me atiende una lic. de la cual nunca pude borra su nombre de mi mente, la cual luego de explicarle el porque de la consulta y la necesidad que yo tenia de hace un psicodiagnostico a mi hija de ese entonces 5 años me respondio que no era necesario, que lo ocurrido era comun ya q el abusador era su primo de 13 años, que en realidad era un juego q un psicodiag iba a ser dañino.Luego de relatar los padecimientos de mi hija una vez mas y ante la negativa de la "profesional" me retire de ese centro,unos dias despues me recomiendan una unidad de violencia familiar en casa cuna a la cual fuimos se le hicieron los correspondientes psicodiag. y que paso? Mi hijita de solo 5 años si habia sido abusada, tenia un gran daño psicologico el cual gracias a los PROFESIONALES de casa cuna, hoy en dia debo decir que no dejaron secuelas. Esta historia termino bien por no hacerle caso a la primer psciologa que me recomendo no agrandar las cosas y no dar importancia a las fantasias de mi hija y ahora despues de tantos años me encuentro con que esta señora esta dando consejos en cantidades de revistas, es la directora de un centro de ayuda a la familia? Lic. Marcela Labrit espero que se haya perfeccionado porque en esas epocas dejaba mucho que desear...

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