lunes, 11 de mayo de 2009

Ser Padres


Por Torkom Saraydarián

extraído de "La mujer antorcha del futuro" Editorial Kier


Cuando decimos "padre" no nos referimos a una ley biológica o fisiológica. Se podrá engendrar un hijo, pero no se podrá ser un padre a menos que se tenga responsabilidad y consciencia que den el derecho a ser llamado "padre". La paternidad es completa cuando el padre no sólo participa en la acción para producir un ser físico, sino cuando también ayuda a que nazca la naturaleza emocional, mental y espiritual de su hijo.


Un hombre debe estar calificado para ser padre de verdad. La paternidad le da a un hombre oportunidad para que aporte lo máximo, para hacer que se esfuerce, para que convierta su vida en un campo de servicio y un modo de satisfacer las nece­sidades de la gente que lo rodea.
Tratando de satisfacer las necesidades de los demás un pa­dre avanza por su sendero evolutivo. Es por eso que los Gran­des, al hablar de la paternidad, dijeron que la máxima escuela de un hombre es su familia y que la familia es sagrada. Es im­portantísimo que el hombre, en su hogar, en sus relaciones con sus hijos y su esposa, atraviese esa disciplina para que la piedra preciosa que hay en él empiece a irradiarse muy lenta­mente hacia afuera.

Un hombre puede ser una persona muy egoísta, o muy buscadora de placeres, o incluso muy holgazana, etc. Pero cuando se casa y asume su responsabilidad con real consciencia, con su sentimiento y su corazón, entonces ese hombre transforma su naturaleza, y la paternidad se convierte para él en una escuela.

Luego que el hijo cumplía los tres años de edad, el deber del padre era ponerlo en contacto con la naturaleza, los lagos, ríos, océanos y bosques, e inspirar al niño con la belleza de aquélla. Su siguiente deber consistía en criar al niño espiritualmente, tratando de enseñarle lo básico del Alma y educar al niño en las siguientes virtudes:

Valentía
Osadía
Paciencia
Gentileza
Generosidad
Sacrificio
Servicio
Nobleza
Gratitud

Se le enseñaba esto mediante parábolas y anécdotas que el niño recibía de los mayores de la comunidad, de sus padres y maestros. Al niño se lo instruía en juegos y deportes, o creando condiciones adecuadas y estimulando las virtudes desde su corazón.

En las comunidades, los padres tenían grandes responsabi­lidades y deberes. La primera responsabilidad era que el padre debía ser sano. Muchos padres no se preocupan por sus cuerpos físicos. Beben, desperdician sus energías, contaminan sus pul­mones, y derrochan su tiempo y su dinero. Un padre tenía que mantenerse realmente sano para que pudiera cumplir con todas sus otras responsabilidades y deberes con su familia.

La segunda responsabilidad era la preparación emocional y mental. Esto es muy necesario si un hombre va a ser padre. De­berá estar emocionalmente maduro. Amorosa bondad, pacien­cia, valentía, gratitud y nobleza: estas cosas deben ser desarro­lladas en el hombre. En lo mental, esperábase que el hombre tuviera aguzadísima aptitud para observar, discernir y rela­cionar. También se esperaba que tuviera honradez intelectual. Los antiguos creían que la educación sola no podía crear un hombre mejor, pero que sí lo podían la observación, el pensar y el discernimiento. A la gente no le impresionaban los títulos y antecedentes educativos, pero la honradez, el poder de ob­servación, la lógica, y el pensamiento claro eran de suma im­portancia.

La tercera responsabilidad del padre atañe a finanzas y dinero. Muchos padres presentan fallas en este ámbito. Al­guien se casa y no tiene ingresos. En la preparación para el casamiento, deberá haber un ho­gar decente. Es muy necesario que el hombre provea esto. Cuando sus hijos nazcan y crezcan, estos padres se verán obligados a satisfacer las constantes necesidades de aquéllos en cuanto a ropas, habitación, educación escolar, etc. Y si los padres no satisfacen estas nece­sidades, sus hijos se convertirán en cargas para la sociedad.

Esta es la base: la responsabilidad del padre es sostener financieramente a la familia. Deberá conocer el arte de las fi­nanzas; debe tener aptitud para mantener una familia, ser un comerciante u otra cosa. Deberá ganar dinero hon­radamente para proveer adecuadamente a su esposa y a sus hijos.

He visto muchas familias en las que el hombre no podía sostener a la esposa y a los hijos. Estas familias están llenas de emociones desbordadas, odios, riñas por dinero, peleas, conflicto y caos. Tales familias no son familias verdaderas. En semejante atmós­fera, lo que realmente se crea son problemas futuros no sólo para uno mismo sino también para el futuro de los hijos y los nietos. En semejante atmósfera, la salud física, emocional y mental de los hijos sufre tremendamente. Y si no se provee a las necesidades físicas de los hijos, después habrá que poner montones de dinero en hospitales para ellos. O si se eluden o ignoran sus problemas mentales, será uno mismo quien cree el caos para sí y para ellos.

La cuarta responsabilidad es el arte de la comunicación. ¡Esto es tan importante! He visto familias que eran bellísimas y materialmente ricas, pero no tenían comunicación entre sus integrantes. Por ejemplo, un hombre era un ingeniero muy des­pierto que llevaba montones de dinero a su casa. Solía comuni­carse con su esposa y sus hijos como un toro: "Eh, dame de comer, etc., etc." Luego se sentaba, comía, miraba la televisión y dormía.

Los antiguos veían cuan importante es que un padre se sien­te con su esposa y comparta bellezas y verdades mentales, espi­rituales, sociales y universales acerca de la vida. La esposa tra­baja todo el día en el hogar, o fuera del hogar, y cuando su esposo vuelve a casa, está enterrado en sus dólares o en su tra­bajo.
¡Déjame en paz ya! —chilla él. Y la pobre esposa, incluso sentada a la mesa donde están cenando, lo mira para cambiar ideas sobre varios acontecimientos, etc., pero él no está allí mentalmente. Está en los dólares. Está en su negocio, o en su trabajo, o,.. ¿Y qué ocurre? El corazón de la esposa se enfría lentamente cada vez más, y de a poco todo se destruye. Por­que no debemos olvidar que la esposa es el timón de la familia. Por eso es tan importante el arte de la comunicación.
Es especialmente importante que el padre se siente con sus hijos y converse con ellos, que pase el tiempo con ellos. Una muchacha mencionaba que cada vez que iba a ver a su padre, éste le daba dinero pero no le brindaba su tiempo. Ella decía que no quería su dinero sino una oportunidad de pasar un rato con él, de estar con él, de hablar con él.
Un padre no sólo deberá procrear un hijo, sino que debe­rá crear también un ámbito de instrucción, una circunstan­cia, para que este hijo pueda florecer en plenitud.

Las personas que se diplomaban en el curso de responsabi­lidades de cinco puntos que se ofrecía en los monasterios y escuelas ponían en práctica su conocimiento. Recuerdo al pa­dre de un niño de ocho años que un día hablando acerca de cuan importante es preparar a los hijos en ciertas virtudes, me dijo: —Debo brindarle mi tiempo a mi hijo pues él es un regalo especial para mí y quiero verlo florecer plenamente. Si usted observa a perros, gatos u otros animales, advertirá que a sus ca­chorros les brindan su tiempo para educarlos, volverlos audaces, valientes, despiertos... También debemos brindarles nuestro tiempo a nuestros hijos para enseñarles cómo ser intrépidos pero cautos, amorosos, ahorrativos pero generosos, confiados pero con agudo discernimiento...
A los niños se les consagraban horas y horas para volverlos valientes, cautelosos y llenos de diferentes virtudes. Psicológicamente, es por eso que la base deberá ser la comu­nicación. Cómo establecer relaciones con la esposa, con los hi­jos. Tal vez el hijo esté totalmente fuera de control, pero si se tiene el arte de la comunicación, se encontrarán modos y medios para introducir en el caos que hay en él, algún género de orden. El arte de comunicarse es importantísimo.

La quinta responsabilidad del padre es darle al hijo un ideal espiritual. Si no hay ideal, también se destruye la fami­lia. Muchas veces hemos observado que ocurre esto. Por ejem­plo, un médico se casó con una bella bailarina. Tuvieron tres hijos, y la vida de ellos giraba en torno de comer, beber y viajar a Las Vegas. Un día, hablando con él, le pregunté: — ¿Hay algún ideal que usted se esté empeñando física, emo­cional y mentalmente en hacer florecer en su familia? Si usted tiene un ideal, si su familia tiene un ideal, entonces ese ideal le contempla, como el Sol brilla sobre el pimpollo y abre sus pétalos... usted se abre hacia la belleza de un ideal.
Me dijo que no sabía de qué le estaba hablando porque él sostenía a su esposa y a sus hijos y ellos tenían lo mejor que el dinero podía comprar; cada uno tenía su aparato de tele­visión, y la heladera estaba siempre llena con la comida que quisieran. El estaba ganando mucho dinero, tenía asegurada la vida y todo estaba en orden. Le mencioné que el seguro no sostenía su vida, pero él me dijo que todo estaba bien.
¿Qué ocurrió? La esposa, en uno de sus viajes semanales a Las Vegas, se enamoró de otro hombre, y el médico se ena­moró de otra mujer. Se destruyó el hogar. Cuatro o cinco años después, eran dos desgraciados y provocaron indecibles aflic­ciones a sus hijos.

Si una familia no tiene un ideal, esa familia, a su tiempo, se destruye. Una familia debe empeñarse en procura de un ideal y de metas espirituales, de metas de belleza, metas de servicio. Pero que la familia sea servidora de algo: servidora de nuestra necesidad nacional, de nuestra necesidad interna­cional, de hospitales, de organizaciones filantrópicas, etc. Que la familia se reúna y cree un proyecto porque lo qué se en­tendió siempre como el más grande amor es el amor que se crea en la época de la cooperación en favor de un plan. Cuando nos sentamos alrededor de una mesa y cooperamos, desarro­llamos un amor y una comprensión que superan todos los sen­timientos físicos y sexuales. Entonces, nos entendemos y nos sacrificamos unos por los otros.

Yo estaba aconsejando a unas parejas a punto de divor­ciarse. Lo primero que prescribía a cada pareja era que hicie­ran algo juntos, un proyecto, un deporte, o que tan sólo juga­ran juntos. Luego, poco a poco empezaban a hacer cosas juntos, como leer o meditar. Les dije que se aproximarían más cuando empezaran a hacer estas cosas juntos.
Los antiguos sugerían que si alguien quería casarse, antes del matrimonio tenía que tener un proyecto con su compañero. En ese proyecto aflorarían las cualidades de cada uno de ellos y, entonces, podrían considerar la posibilidad de vivir en pareja. Si esa pareja no podía soportar el estar juntos durante diez mi­nutos, entonces sabría que no se podría soportar en el matri­monio. Los antiguos querían que los jóvenes pasasen un tiem­po juntos y forjasen un proyecto para que pudieran observar cómo funcionarían en pareja y, recién entonces casarse. De este modo averiguarían si físicamente sus gustos eran parecidos y si podían marchar juntos emocional y mentalmente.

La sexta responsabilidad' del padre es ser un ejemplo. A veces esto falta en la familia. Un hombre puede tener bellas características, incluso visión espiritual, pero si sólo habla de estas cosas y no las practica en sus acciones, no es un ejemplo.
Un hombre llevó a su hijo de nueve años a ver a un Sabio porque el niño lo único que hacía era mentir todo el tiempo. El hombre le dijo al Sabio: —Dile que lo sabes todo acerca de él, que miente y miente.
El Sabio replicó: —¿Quieres que yo también mienta? Aho­ra sé que tú eres el que le está enseñando a mentir.
Suena el teléfono y el papá le dice al hijo: —Contesta, pero di que no estoy aquí porque no quiero hablar con nadie.
El niño atiende y dice: —Papá no está aquí.
Cuando al hijo o a la hija se le enseña a mentir, va a mentir permanente y continuamente. De modo que la primera cosa importante es que el hombre debe ser un ejemplo en su hogar.

El padre deberá ser cuidadoso, pues los hijos y la esposa buscan en él el ideal. Recuerdo una ocasión, en Jordania, durante la revolución; volaban las bombas y todo era un caos. Algunos nos escondimos en una cueva; entre nosotros había un padre y su hijito. Cuando cesó el bombardeo y pasó la señal de peli­gro, salimos de la cueva. Le dije al niño: —¿Tuviste miedo?
—No —me dijo—. Papá estaba conmigo
. ¡Cómo idealiza ese hijo respecto de su padre! Y esa idealización es también expectación. El padre se convierte en algo sobre lo cual el hijo sostiene sus ideales futuros.

La séptima responsabilidad es la vida creativa que tenga el padre. ¡Es tan importante la creatividad! El padre debe ser una persona creativa, creativa en los negocios, en el hogar, en su aptitud para arreglar cosas y adaptarlas. Por ejemplo, la cañe­ría no funciona bien, y porque papá es creativo podrá arreglar­la. Cuelga cortinas, alfombra. Pinta. Toca un instrumento mu­sical, canta. Cuando el padre crea, despierta en sus hijos el ge­nio creador. Sus hijos se le asemejan. Si el padre más bien suele beber cerveza y llama a un plomero para que le arregle una canilla, entonces su hijo hará lo mismo. La creatividad produ­ce mayor creatividad en los hijos, y sólo una familia creativa es una familia realmente feliz.

Si en la familia no hay creatividad, no hay alegría. Cuan­do la creatividad entra en la familia, esa familia es alegre. Esa alegría es la máxima vitamina para los hijos. Cuando éstos están física y emocionalmente enfermos y no están "cohesionados" eso es habitualmente el resultado de la falta de alegría en el hogar. Pueden tomar montones de píldoras y vitaminas, pero eso no ayuda porque falta la mejor vitamina: la alegría.

En las comunidades, creían que si uno se sentaba a la mesa y comía sin alegría, sería difícil digerir la comida. La alegría digiere la comida y crea equilibrio en nuestros órganos y en nuestra aura. Es por eso que los círculos religiosos suelen dar las gracias antes de comer. ¿Qué es dar las gracias? Es retirar la atención de todos nuestros problemas y poner nuestra mente en paz y en bendiciones. Pero si nos sentamos allí después de dar las gracias y el esposo empieza a hablar sobre qué conflictivo es su trabajo y cómo lo tratan, o la esposa se queja porque el hijo destruyó la ventana del vecino, o porque la heladera no funciona, entonces ¿qué ocurre? Nuestro estómago no podrá digerir. ¡Dar las gracias crea una atmósfera de paz en la que a la la comida se la puede masticar, digerir y comer con gusto, alegría, goce y gratitud!

Estas son, pues, las principales responsabilidades del pa­dre. ¿Y cuál es la respuesta de los hijos al padre? Respeto y gratitud.
Si un niño o Una niña proyecta tal emoción y tal pensa­miento de amor y aprecio hacia el padre, ese padre cambiará totalmente. También creará un tremendo cambio en los pa­dres que no han estado cumpliendo con sus deberes. Todos los papas necesitan amor.


La energía de la humanidad es la familia. El respeto de un hijo significa ver lo más elevado en su padre y tratar de reflejar eso que es lo más elevado en su vida. "Sé que papá hizo tonterías y a veces no fue justo conmigo, pero es mi papá y ¡también hizo muchas cosas bellas!" ¡Vea­mos algo bueno y concentrémonos sólo en esa cosa buena! Re­flexionemos una y otra vez en una cualidad bella que veamos en nuestro padre.
Durante su agonía, un padre convocó a sus tres hijos.

Les dijo: —Hijos míos, tráiganme diez varitas.
Se las trajeron. Entonces le dijo al mayor- —Toma una y pártela.
El mayor la tomó y la partió.
—Bien, hijo... —dijo el padre, y pidió que los otros dos hi­cieran lo mismo. Luego les pidió que juntaran las varitas restan­tes. Lo hicieron. Entonces, el padre les dijo: —Ahora, pártanlas.
No pudieron quebrar esas varitas al estar todas juntas. El mayor lo intentó pero no pudo. Luego lo intentó el hijo siguien­te, y tampoco. Entonces el más joven hizo su intento, y tam­poco pudo quebrar las varitas así reunidas.
El padre entonces les dijo: —Si ustedes están unidos en la vida, nadie los podrá separar. Estén juntos, interiormente y en su vida de relación. Si están juntos emocional, mental y espiritualmente, nadie los podrá separar. Si están juntos en familia, esa familia será fortísima y bellísima. No los podrán partir ene­migos, odios, celos ni chismes. Ustedes son fuertes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario