
Por Augusto Cury
Este hábito contribuye
a desarrollar la solidaridad, el compañerismo, el placer
de vivir, el optimismo, la inteligencia interpersonal.
Los buenos padres conversan, los padres brillantes dialogan. Entre conversar y dialogar hay un gran valle. Conversar es hablar sobre el mundo que. nos rodea, dialogar es hablar sobre el mundo que somos. Dialogar es contar experiencias, es secretear sobre lo que está oculto en el corazón, es penetrar más allá de la cortina de los comportamientos, es desarrollar inteligencia interpersonal.
La mayoría de los educadores no logra atravesar esta cortina. De acuerdo con un estudio que realicé, más del 50% de los padres nunca tuvieron el valor de dialogar con sus hijos sobre sus miedos, pérdidas, frustraciones.
¿Cómo es posible que padres e hijos vivan bajo el mismo techo por años y sigan completamente aislados? Dicen que se aman, pero gastan poca energía en cultivar el amor. Se preocupan de la pared rajada, de los problemas del automóvil, pero no se preocupan por las rajaduras de la emoción y los problemas de la relación.
Cuando una simple canilla pierde, los padres se preocupan por repararla. Pero ¿pierden tiempo dialogando con sus hijos para ayudarlos a reparar la alegría, la seguridad o la sensibilidad que se disipa?
Si tomáramos todo el dinero de una empresa y lo tiráramos a la basura, estaríamos cometiendo un gran crimen contra ésta. Iría a la quiebra. ¿No habremos cometido este crimen contra la más fascinante empresa social —la familia—, cuya única moneda es el diálogo? ¿Si destruimos el diálogo, cómo se sostendrá la relación "padres e hijos"? Irá a quiebra.
Debemos adquirir el hábito de reunimos por los menos semanalmente con nuestros hijos, para dialogar con ellos. Debemos darles libertad para que puedan hablar de sí mismos, de sus preocupaciones y de las dificultades de relación con los hermanos y con nosotros, sus padres. Ustedes no imaginan lo que estas reuniones pueden provocar.
Si los padres nunca les contaron a sus hijos sus sueños más importantes, y tampoco oyeron de ellos sus mayores alegrías y sus decepciones más fuertes, conformarán un grupo de extraños y no una familia. No hay magia para construir una relación sana. El diálogo es insustituible.
Buscando amigos
Hay un mundo por descubrir dentro de cada joven, incluso de los más complicados y aislados. Muchos jóvenes son agresivos y rebeldes, y sus padres no se dan cuenta de que ellos están gritando a través de sus conflictos. Los comportamientos inadecuados muchas veces son clamores que imploran la presencia, el cariño y la atención de los padres.
Muchos síntomas psicosomáticos, tales como dolores de cabeza o abdominales, también son gritos silenciosos de los hijos. ¿Quién los oye? Muchos padres llevan a sus hijos a psicólogos, lo cual puede ayudar, pero, en el fondo, lo que ellos están buscando es el corazón de los padres.
Una sugerencia: si usted está en condiciones, desconecte la televisión abierta y quédese sólo con los canales de cable. Si toma esta actitud, probablemente se sorprenderá del salto en la relación de sus hijos con sus hermanos y con usted. Serán más afectuosos, dialogarán más, tendrán más tiempo para jugar y divertirse. Verán menos canales con groserías y más canales contemplativos, que hablan sobre la naturaleza y ciencias.
¿Y el que no tenga televisión de cable? Aquí va otra sugerencia para todos los padres, todavía más importante que la primera. La llamo "proyecto de educación de la emoción" (PEE): desconecten la televisión durante una semana completa cada dos meses y hagan cosas interesantes con sus hijos. Planeen pasar seis semanas a lo largo del año con ellos. Padres e hijos, aunque no viajen a lugares lejanos, deben viajar uno dentro del otro.
Decidan qué hacer. Ir a la cocina juntos, inventar nuevos platos, contarse chistes, hacer teatro familiar, plantar flores, conocer cosas interesantes. Quédense todas las noches con sus hijos durante esas semanas. Hagan del PEE un proyecto de vida.
A pesar de ser especialista en conflictos psíquicos, yo también me equivoco, y no pocas veces. Pero lo importante es saber qué hacer con los errores. Ellos pueden construir la relación o destruirla. Muchas veces, pedí disculpas a mis hijas, cuando exageré en mis conductas, hice juicios precipitados o levanté la voz innecesariamente. Así, ellas aprendieron conmigo a disculparse y a reconocer sus excesos.
Algunas personas me vieron tomar esta actitud y quedaron impresionadas. Decían: "¿Cury está disculpándose con sus hijas?" Nunca habían visto a un padre reconocer errores y disculparse, mucho menos a un psiquiatra. Muchos hijos de psicólogos y psiquiatras adquieren conflictos porque los padres no se humanizan, no logran hablarles al corazón y ser admirados por ellos.
No quiero hijas que me teman, quiero que ellas me amen. Afortunadamente, nos adoran a mí y a mi esposa. Si hay amor, la obediencia es espontánea y natural.
La perla del corazón
Abrazar, besar y hablar espontáneamente con los hijos cultiva la afectividad, rompe los lazos de la soledad. Muchos europeos y americanos sufren de profunda soledad. No saben tocar a sus hijos y dialogar abiertamente con ellos. Viven en la misma casa, pero viven en mundos diferentes. El contacto y el diálogo son mágicos, crean una esfera de solidaridad, enriquecen la emoción y rescatan el sentido de la vida.
Muchos jóvenes se suicidan en los países desarrollados porque raramente alguien entra en su mundo y es capaz de escucharlos sin prejuicios. Existe un concepto equivocado en psiquiatría sobre el suicidio. Quien comete suicidio no quiere matar la vida, sino su dolor.
Todas las personas que piensan en morir en el fondo tienen hambre y sed de vivir. Lo que ellas quieren destruir es el sufrimiento causado por sus conflictos, la soledad que las abate, la angustia que las agobia. Diga esto a las personas deprimidas, y verá brotar la esperanza en su interior. En mi caso, pude ayudar a muchos pacientes a encontrar valor para cambiar el rumbo de sus vidas diciéndoles estas palabras. Algunos entraban en el consultorio deseando morir, pero salían convencidos de que amaban desesperadamente vivir.
En una sociedad en que padres e hijos no dialogan, la depresión y otros trastornos emocionales encuentran un medio de cultura ideal para crecer.
Estamos en la era de la admiración. O sus hijos lo admiran o usted no tendrá influencia sobre ellos. La verdadera autoridad y el sólido respeto nacen a través del diálogo. El diálogo es una perla oculta en el corazón. Tan cara y tan accesible. Cara, porque oro y plata no la compran; accesible, porque el más miserable de los hombres puede encontrarla. Búsquela.
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