domingo, 21 de junio de 2009

El Amor no es una sola cosa, sino tres.

Por Claudio Naranjo
Psiquiátra chileno

Pregunta: Como ve Usted una educación en amor o hacía el amor?

La pregunta cambia a como educar a las personas para que sean benevolentes, como educar a las personas a no ser esencialmente resentidas, vengativas o enojadas con los demás. Hoy, sabemos muy bien que esta forma de benevolencia no puede ser lograda solamente con buenas intenciones o a través de sermones o ideales.
Se necesita algo de psicología. El progreso psicológico de hoy día hace posible entender que el rencor es una enfermedad. Algo que fue implantado en nuestra infancia, y que puede ser eliminado, exorcizado de alguna manera, con un entendimiento adecuado.


Estamos enfadados los unos con los otros porque originalmente estamos enfadados con los primero seres con quienes nos hemos relacionados y que fueron nuestros padres. Y nuestro enfado con nuestros padres es una respuesta natural al trato violento que hemos recibido de nuestros padres, a pesar de su buena voluntad y sus mejores intenciones.
Simplemente porque somos el reflejo de nuestra cultura, de nuestra civilización. Ellos, a su vez tuvieron padres quienes a su vez tuvieron padres. Por lo tanto, parece que todos somos portadores de una enfermedad que pasa a través de generaciones. Si estamos enfadados, como Freud ha demostrado, estamos enfadados con los demás porque básicamente estamos enfadados con nuestros padres. Algo tiene que ser reparado en nuestra relación con los padres. Esto es una especie de intervención terapéutica que podría ser añadido en el campo de la educación. Por lo menos en la adolescencia cuando ya hay suficiente vida para mirar atrás.


Esto es una cosa que pueda ser dicho sobre la educación del amor. Pero yo veo que el amor no es una cosa sola, sino tres. Una forma de amor es la benevolencia, un buen corazón. Otra forma de amor es la admiración o el respeto. Y esta forma de amor también es importante porque si no hay bastante respeto o veneración o devoción, la vida se empobrece enormemente. Si no apreciamos a las personas, las personas se convierten en una interferencia. Si no nos hacemos lo suficientemente pequeños para poder mirar arriba a las cosas, no vemos la maravilla de las cosas. Hoy día todo el mundo quiere decir: vean lo grande que soy. Y esto es un mal negocio. Es mucho mejor ver la grandeza de los demás.


Y hay un tercer camino, una tercera forma de amor, un aspecto del amor que es la alegría. La mayoría de las personas tienen problemas con la alegría, la mayoría han aprendido a reprimir su alegría. O de infravalorar la alegría, de posponerlo a favor de otras consideraciones. Como las conveniencias o el reconocimiento o la vanidad….y así sucesivamente. Hasta incluso el deseo de ser amado en el sentido de ser mimados o recibir la atracción romántica de otros. Cuando no hay suficiente capacidad de disfrutar – ni siquiera la vida religiosa, ni siquiera la vida devocional puede ser un éxito. La alegría y el disfrute tienen que estar presente en todas nuestras actividades. Y la mayoría de las personas no se dan cuenta que han perdido este órgano de alegría. La alegría tiene que ser cultivada a través de la música, a través del baile, a través del contagio, a través de la valoración apropiada, a través del reconocimiento de su importancia.


Hoy día la educación es un sitio terrible para la alegría. Ni siquiera esta el entendimiento ni la comprensión por parte de los profesores que los niños son….deberían ser felices o que educar significa intentar hacer feliz a los demás

miércoles, 10 de junio de 2009

La Virtud de Escuchar


El escuchar es una virtud y cuando uno escucha se activan las virtudes asociadas. El escuchar crea puentes dorados por donde caminan las reconciliaciones. Cuando el alma escucha las cuevas de nuestro ego se iluminan y se retiran de ellas las alimañas de la indolencia.
La vida es relación, por eso, el escuchar embellece adecuadamente toda relación. El escuchar es un ejercicio de sabiduría relacional. Hay datos valiosos y decisivos en una relación, que fluyen mientras estamos escuchando. Siempre tenemos que escuchar….


Si pensamos que no fuimos escuchados por nuestros padres, escuchémoslos ahora si todavía podemos. Fortalecerá nuestro vínculo con ellos y nos estaremos haciendo duchos en no repetir historias, escuchando a nuestros hijos…


Escuchar a los jóvenes, porque hoy más que nunca, con sus actitudes están implorando ser escuchados, y escuchar a los ancianos, porque siendo escuchados, en una sociedad con un modo de vida con poco lugar para ellos, activen su Luz interior que los llevará con confianza al Porvenir…


Escuchar al que consideramos rico, y escuchar al que consideramos pobre, para poder discernir sobre las verdaderas riquezas y las verdaderas pobrezas…


Escuchar al sabio porque tiene respuestas y al ignorante porque las perdió y además nos da sobradas muestras de lo que no hay que hacer…


Escuchar al que está sano para nutrirnos de armonía y a aquel que está enfermo para ayudarlo a restablecerla…


Escuchar a los amigos, porque nos obsequian la belleza, la alegría y el respeto que contiene su Amistad y escuchar a los que consideramos nuestros “enemigos”, porque en ese ejercicio de escuchar se disolverá concientemente aquello que ilusoriamente nos separó….

El escuchar impide el arrebatamiento y nos ordena los tiempos de la personalidad para adecuarlos a los tiempos del alma, desmantela nuestra soberbia y le da lugar al desarrollo de la humildad y del compartir. Sabio es aquel que escucha a su alma. Internamente, si escuchamos al alma siempre sabemos lo que tenemos que decir, lo que tenemos que hacer y por supuesto lo que tenemos que escuchar y no escuchar…

La acción de escuchar le da al ser un valor adicional, elevando su vibración y modificando sus niveles de conexión con las redes superiores de la vida. Desde ese lugar, todas las interpretaciones que hacemos se hacen inclusivas, evitando los ancestrales antagonismos.

El escuchar nos permite tomar un camino de síntesis al Centro Solar de la humanidad.